Nacidos por el afán de unos jóvenes estadounidenses a mediados de los años 60, los Muscle Cars se fabricaron pensando en aquellos que no podían permitirse adquirir un Mercedes o un Porsche de la época. Caracterizados tanto por su precio asequible como por un aspecto que impactaba en aquella época, ofrecían grandes prestaciones y se posicionó como el modelo más potente de su gama con potentes motores V8.
En un universo un tanto desconocido dentro de la cultura europea, el afán por conocer más sobre la cultura de los Muscle Cars está creciendo en este siglo. En una época en la que la política de emisiones de combustible no existía y la gasolina era barata, este vehículo se convirtió más en una cultura que estaba basada en las carreras ilegales de drags que estaban asociadas al olor de goma quemada.

Desarrollados por un ingeniero llamado Jonh Delorean, la gran pega de esta maravilla fue ser conocida como uno de los vehículos menos ecológicos del mundo. Divididos en 6 bloques; compactos, medianos, intermedios o “puros”, grandes o de tamaño completo, pony cars y especiales se vieron afectados directamente por la contaminación atmosférica que producían. En respuesta, la industria que velaba por la seguridad automovilística comenzó a imponer recargos en aquellos modelos que disponían de más potencia.

Algunos de los Muscle Cars modernos y también alguno antiguo fueron adaptados para usar otro tipo de combustible alternativo. Pero, ¿fue ésta una forma únicamente de demostrar que la fuerza que provenía de estos podía venir de otro lugar que no fuese el combustible?