Cuando nos viene a la cabeza Crash Dummies también lo hace el concepto de seguridad vial. El primer accidente vial mortal de la historia data de 1869, cuando una mujer científica se vio inmersa en el accidente de coche de vapor de su marido, donde un fuerte golpe en el cuello le provocó la muerte.
Una serie de réplicas casi perfectas del ser humano ha hecho que hasta los representantes de Volvo se planteen la hipótesis de que en 2020 se ponga fin a los accidentes mortales. La falta de ética respecto a las prácticas con cadáveres y humanos en las pruebas de choque hizo que se potenciase la necesidad de encontrar otro método para mejorar los impactos de conducción en paradas bruscas. Ejemplos como los de John Paul Stapp, el coronel que actuó como conejillo de indias propulsándose a más de 100km/h y deteniéndose en menos de un segundo, demostraron los efectos violentos de los choques mortales.

El primer dummy moderno que apareció en 1949 llegó bajo la mano de Samuel W. Alderson, que lo bautizó como Sierra Dam, haciendo uso de éste término a causa de la prueba de fiabilidad de los asientos eyectores de las aeronaves del ejército americano. Una evolución imparable que hizo que compañías como General Motors presentase el Hybrid II y Thor. Así mismo Toyota sacó el THUMS, que reproducía fielmente la estructura ósea y los órganos internos de cualquier ser humano para ver con precisión cuáles eran las lesiones en el organismo a causa de ciertos accidentes.
Y el tema se trasladó hasta el mercado de los juguetes, los videojuegos, los cómics y hasta una adaptación animada que se tituló Los increíbles crash dummies en 1993. Estos juguetes se basaron en el modelo de maniquíes usados en las simulaciones y contaban con dos botones: el superior del pecho que hacía que la cabeza y los brazos se separasen, y el de la parte inferior, que impulsaba al desprendimiento de las piernas.

Actualmente aunque el tema de los simuladores por ordenador ofrezca buenas prestaciones existen numerosos modelos de dummies, con tamaños y percentiles diversos de elevado precio, que "obligan" a las compañías a gastarse una media de 120.000 euros aproximadamente.